Y el viento dejó historias empezadas todas pegadas en la pared.
Son 113 hormigas que caminan por el borde de la vereda. Luego, son 47 abejas sobre la hilera de flores que adornan la ventana. Hay 15 pájaros en el árbol que custodia el paredón del cementerio. Y 110, o mejor 93, pulgas en los perros que se pasean por la cuadra.
- Pero son todas líneas de colectivo, fanfarrón
- O sea, números aproximados tal vez, pero hay que hacer la merienda para todos ellos
- ¿Con qué?
A alguien se le ocurrió regalarle una lamparita para ver si se le prendían las ideas. Ella, en cambio, se contrató un payaso para ver si podía parar de llorar. Un payaso que vino cargado de sonrisas de otros. Le dijo: ¿cuántos elefantes entran en un fitito? – un tiempo atrás, esto no era así, mire, yo le voy a contar, pero usted tiene que prometerme que su boca será una tumba, silencio, y cuando yo digo silencio, es silencio del más silencio, y con esto quiero decirle, mire, que después de contarle lo que quiera, usted deberá permitirme que le corte las cuerdas vocales –
Le dijimos que no se coma las uñas. Queda feo. Le dijimos que no se meta los dedos en las orejas. Queda feo. Le dijimos que no hable de más. Queda feo. Le dimos un beso y la tapamos con la frazada. Ahora, dormí, dormí, mañana será otro día, dormí, dormí, d-o-r-m-í. Después, con mi marido, hablamos de ella. Y diremos:
Versión para los juguetes niños:
La muñeca está embarazada. Papá sembró una semillita en el corazón de Mamá. Pronto vendrá al canasto un bebé. Cuando le apretujemos la pancita, gritará ‘ja-ja’. Cuando le apretemos las mejillas, dirá ‘buá-buá’. Será un bebé insoportable, lleno de figuritas en el bolsillo para ganarse a sí mismo: nadie querrá jugar con él. Lo sabe aunque no sepa aún lo que es mirar el mundo. Ni enamorarse. La muñeca está embarazada y habrá que tener paciencia. Ahora, soñemos.
Versión sin castrar:
Hoy comemo’ arroz pá’ levantar e’ ánimo que anda caío como flor marchita, con tantito silencio se me vá’ a quedar muda la nena. La muñeca, esa cosa que tiene brazos y piernas. Ese concebimiento desafortunado. Oh por dios qué haremos con una muñeca tan independiente, con tantas ganas de ser humana.
Alguien: en el fondo:
A mí me gusta el azul porque es el color del océano, es el color de los ojos de mi gato siamés, ah, no, sus ojos son celestes, pero es parecido, igual, qué te importa, idiota, a mí me parece que el azul combina con todo, ya ves que el cielo no se queja de que anda mal vestido ni hasta cuando anda de malos humores con sus nubecitas y sus alaridos de tristeza profunda. Decíme una cosa: ¿te sentís bien? ¿desde cuándo sos tan romántica con la naturaleza? Yo, en cambio, prefiero el negro, siento que es un color marginal y que muchos le tienen prejuicio, siento que está solo en su oscuridad, que nadie le da luz a su mancha, porque que sonríe, sonríe. Me siento fabulosa, me siento como que tengo diez pulmones.
Se sacude las migas del buzo, es el pan que se lleva a la boca y pierde sus esperanzas en el camino. Es bruto. De tan bruto da ternura.