Atraviesa el puente y deja atrás la cara casi azul (aunque se lleva demasiado bien con el verde). El suelo es de madera. Crujiente. Tiene las manos en los bolsillos. Entonces, se encoge de hombros y baja la cabeza. Empieza a cruzar la travesura. Mantiene el equilibrio sólo con los pies. El puente tambalea, por el viento que viene del este, y sus anteojos rotos caen sobre el suelo. Por una grieta, en la madera podrida la podrida madera abierta de piernas, los lentes caen. Debajo del puente, bien abajo, muy abajo, un río finito corre, aparentemente, tranquilo. El agua casi azul (aunque, con el verde, se entienda de maravillas). Allá van los ojos. La mirada perdida se vuelve, ahora, hacia atrás. Ve la cara verde. El paisaje, a media mañana, está iluminado por un reflector. Apenas se asoma, sale adelante. Y atraviesa.
en sueños no hay firmeza
Hace 1 día.
3 comentarios:
¿como sombras de niña feliz?
lo de Ubina sigue.
Qué lindo!
Lindo post!
Buen blog!
En blogs como este es cuando pienso que qué bueno que existen los blogs.
Y, puede ser que te conozca... un poquitito?
Mejor todavía.
Cecilia/Margot:
Buen día!
Definitivamente, es otra cosa despertarse y encontrarse con un comentario como el tuyo. Gracias, gracias!
Y sí, puede ser que nos conozcamos, claro que sí. Mientras tanto, bienvenida a luz de acuarel.
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