corto, húmedo,
el sol está encima de papúa
y cubre la vigilia de los nativos
a la espera del nirvana.
el viento se estremece eléctrico,
dibuja la hora a cada segundo,
pero algo ensordece las fronteras:
no hay sombras, murmuran los habitantes,
todos con los pies clavados en la orilla
y con la palma de la mano sobre los párpados.
no tienen sombra, no tienen entraña.
qué oasis estos tiempos,
a qué llaman nirvana, pregunta el recién nacido.
romper romper romper: no se pregunta lo que no tiene nombre.
como divo, el sol les quema el horizonte,
y los hace volver una y otra vez a donde alguna vez quisieron estar,
pero es sólo un falso reflejo,
la piel ya no retrocede marcada, isla siempre será.
sin embargo, qué es
querer descubrir la sombra para viajar,
si es que alguna parte del día tiene que oscurecer
mientras el mar se encuentra
en los lugares donde no puede mirar.